Qué pretensión la nuestra, de creernos inolvidables,
perpetuos en el recuerdo del otro, en el suave pensamiento
del otro.
Qué miedo nos da que nos olviden, que nos saquen con
pincitas de a poquito. Llamamos en vano la voz del
ausente por la noche porque pareciera así que nadie nos oye.
Una vez más.
Qué pretensión la nuestra de caminar,
por el mismo desierto de imágenes, se repiten una y otra vez;
un pájaro vuela de una boca y muere contra la mano.
Y una voz le dice al silencio, reposo de dichas;
no va a volver, ya se olvidó.
perpetuos en el recuerdo del otro, en el suave pensamiento
del otro.
Qué miedo nos da que nos olviden, que nos saquen con
pincitas de a poquito. Llamamos en vano la voz del
ausente por la noche porque pareciera así que nadie nos oye.
Una vez más.
Qué pretensión la nuestra de caminar,
por el mismo desierto de imágenes, se repiten una y otra vez;
un pájaro vuela de una boca y muere contra la mano.
Y una voz le dice al silencio, reposo de dichas;
no va a volver, ya se olvidó.