lunes, 8 de diciembre de 2008

Fotografías V

Llueve....llueve y el día prepara un ocaso abrumante.
El café reposa en la taza, las sábanas me cubren de espesura. Afuera todo parece empezar. Los canillitas en las esquinas, el grito de algún vendedor perdido, los primeros funcionarios, las puertas que se abren.
En la diagonal que muestra mi ventana los primeros escobillones y los baldazos de agua comienzan su acto vespertino. Todo despierta así en las calles, en el paisaje exterior. Yo, adentro, me desperezo entre los capullos y tomo sorbos de café tibio.
La música sopla una ráfaga que despliega cánticos y bailo lento y coordinado, mientras me desenvuelvo de entre las sábanas. Voy hacia el espejo cantando coplas despacito y sonriendo por los pasillos largos de la casa antigua que huele a jazmines y te de tilo. Me paro frente al espejo, tomo mi bolso cotidiano, y dentro de el un corazón latente que respira y se mueve impaciente.
Salgo a la calle, salgo al día. Me hundo entre ese humo de mañana, entre esa gente que no se detiene, salvo por aquellos que se detienen a ver los detalles que pocos logramos encontrar, ese pájaro moribundo, las hojas que viajan con la brisa, la bolsa que flota en el aire impulsada prolijamente por el viento, el reflejo del charco, la lágrima del amante, las gotas que mueren al finalizar la vidriera.
Detalles de la vida minúscula, del universo que hoy me llevo a mi casa antigua, a los pasillos largos, a mi bolso, a devolverle a aquel bolso su corazón latente.

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