martes, 2 de diciembre de 2008

Primavera

Tus labios se posaron en mí, aquel día que los árboles y las viejas chusmas nos miraban. Para mí ese día fue el día que me nombraba, que me gritaba, que me guiñaba el ojo. El sol, el cielo, conjugaban prosas perfectas para nosotros, que éramos poesía y calma. Vos que eras mi musa, yo que era tu almohada jugábamos a mirarnos de cerca, tan de cerca, que tus ojos y los míos eran viscosos y uno solo. El verbo que nos nombraba no callaba, y las tardes eran eternas, y los perros ladraban y ambos corríamos para ver las puestas de sol, del horizonte y de sus brazos. Brazos que nos acurrucaba y nos hacia transpirar para que nuestros poros se abran y broten de ellos la mas hermosa flor, el narciso, nuestro propio reflejo, amor, pero de aquel amor que llueve y hace llover.

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