martes, 2 de diciembre de 2008

Oceánica


En la costa que brilla y en el ocaso del sol que perpetúa su resplandor, en el medio de estos dos hay un espejo intenso y rebelde, de un azul que zambulle peces y sales, reflejos y rumbos. Nace del horizonte que nadie alcanza a tocar y se intercala con bocas de ríos lagos perdidos, olvidados....Crece con gigantes de arena y algas y cambia su rumbo como cambia su marea cuando muere y cuando ahoga.
No puedo mirarlo, aturde, es una belleza cósmica y húmeda, inmensa. Hay movimiento y un lugar hacia dentro que me absorbe y me come...allí viajo donde su cuerpo no se deja ver, ni barcos, ni submarinos; solos estamos y se torna todo oscuro y la luz del sol se apaga lento. Y yo ya no respiro pero mi poco aire me deja deleitar las últimas visiones que hay debajo de aquel saco que abriga. Me detengo un segundo, tan solo me lleva un rato ver las sirenas que festejan y los peces que ululan contentos y cantan y preparan el ritual; allí lejano a la costa los dioses de agua sirven el fuego y dan vida y buen nacer.
Y yo hoy son un pez mas entre los muchos que andan y se pierden. Como entretejidos de este espejo rival, como hermosura espesa de espuma, de amares, de mar.

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