sábado, 13 de diciembre de 2008

Fotografías VI


Ese espejo es mío.
Ese reflejo es mío, y es tuyo. Hay una llamarada que nos separa de esa visión amplia, de horizonte muerto. Una continua siesta que nunca termina, o que tal vez empieza con tu columna, con tu pecho y al fin con tu escultura corpórea.
Ese cuadro perfecto, esa cosa viva que nos vislumbra de los demás que se mueven rapidito, a vals.
Entonces cuando te veo, me veo y ya no hay espejo, ni reflejo, ni siquiera esa molesta pero vivaz llamarada que nos distancia del tiempo. Ahí estas simplemente; quieta en el recuerdo; en papel suave a claroscuro.
Cromado de ayeres y de mañanas.

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